CUENTA KUKUSHKA :
Muy
a menudo veo mujeres embarazadas que miran embelesadas a las madres cuando paseamos con
nuestros hijos pequeños....y muchas veces me he identificado con ellas.
Recuerdo
cuando estudiaba fuera de España y uno de los trabajos que tenía era de
dependienta en la sección de ropa de niños de una marca internacional muy
conocida. Me pasaba el día soñando mientras atendía a esos padres y madres con
niños de carita angelical, mientras doblaba esa ropita tan pequeña, mientras
colocaba patucos y bodys que me parecían para vestir muñecos por el reducido tamaño.
También
me imaginaba cosas maravillosas mientras estudiaba y cuidaba a tres bebes por
las noches mientras dormían, cuando vigilaba a niños y bebes en las piscina
mientras era socorrista o les daba clases de natación.
Mientras
trabajaba de educadora y aún no era madre, tenía una idea de la
maternidad....
Una amiga que es madre, cuando ve a las mujeres embarazadas o a las parejitas jóvenes mirar a los bebes y a los niños pequeños con caras embelesadas, dice: te estás equivocando, no es lo que estás pensando.
Y así es, ni que decir que la realidad de la maternidad no tiene nada que ver con lo que mi amiga, tal vez tú, y yo me imaginaba. Yo me pregunto ¿de dónde vienen esas ideas y pensamientos tan alejados de la realidad,
esta idealización de la maternidad?.
La respuesta la tenemos por todos lados,
desde que nacemos hemos convivido con esas respuestas, que el engaño se mete sin darnos cuenta
entre los pliegues del cerebro, crecemos con ello y no somos capaces de pensar que existe lo
contrario y lo contrario es la realidad, mejor dicho: la verdad.
Efectivamente,
no conozco aún a ninguna madre que tras tener a su hijo/a no derramase ninguna
lágrima (y no me refiero de alegría), no conozco a ninguna madre que no se
sintiera agobiada, aturdida, perdida, engañada, desesperada y encima culpable,
siempre culpable por sentir lo que siente y no sentir únicamente una inmensa
alegría, amor y felicidad.
Lo
peor de todo es que cuando queremos respirar y salir fuera de nuestro círculo
de mi hijo-casa-maternidad, nos encontramos de nuevo con esos
anuncios, esas madres, esos mensajes sociales que nos vuelven a hacer sentir
culpables por sentir lo que sentimos.
Que
no nos engañen más y dejaremos de sentirnos tan culpables, porque la realidad
no es como la cuentan, nos imaginamos y tan deshumanizada.
Humano
es sentirse perdida en la novedad, frente a algo que debemos ir aprendiendo con la marcha, tras el cambio de ser una, a ser dos y/o ser tres. Tenemos un ser que depende absolutamente de nosotras, una persona a la que hemos dado
la vida y que tenemos su vida en nuestras manos, lo que significa olvidarnos
completamente de nosotras durante un largo tiempo, olvidarnos de nuestro ego-centro y volcarnos en otro centro que se
vuelve un universo inmenso y delicado.
Mamis,
esto no es de color de rosa, eso no es absoluta felicidad de golpe, eso no es
calma, no es descanso, eso no es en definitiva de anuncio.
No
nos sintamos culpables, por favor, por ser humanas y no dejemos de serlo para
adaptarnos a un entorno que nos obliga a no serlo.
Nuestros
hijos nos agradecerán tener madres humanas, que sienten: lloran, se quejan, se
enfadan, se sienten mal, tienen sueño, se aburren, enferman, tienen hambre, frío y
necesitan darse una ducha sin interrupciones!. Madres que también sonríen,
acarician, se lo pasan bien, rien a carcajadas, juegan, alimentan, buscan lo mejor para
sus hijos, se sienten orgullosas, y buscan en lo que parece imposible un lugar de armonía, acarician y dan mucho amor.
Porque
estamos criando, educando, formando, guiando y sirviendo de ejemplo a nuestros
hijos que son humanos.
No
podemos decir que estamos bien cuando realmente no lo estamos, si queremos que
nuestros hijos nos cuenten cuando están mal para poderlos ayudar; guiar,
consolar y evitar que nos oculten futuros daños mayores con los años. No
podemos no gruñir cuando algo nos molesta si queremos que nuestros hijos se
quejen de lo que les molesta y les hace mal a lo largo de su vida. Al igual que
no podemos decir que no tenemos hambre si la tenemos o que no estamos felices
si lo estamos. ¿Te gustaría que tu hijo te diga que está contento cuando por
dentro está muy triste?. A mí no me gustaría.
Recordemos
que los niños aprenden de nosotros.
Con
esto me refiero a que no debemos mentir a nuestros hijos si no queremos que
ellos nos mientan y mientan en un futuro. Ni se autoengañen.
Podemos decir la verdad de la forma más adecuada, delicadamente posible y con
explicaciones claras para que ellos se entiendan (no he dicho nos entiendan, he
dicho se entiendan). Ya que por seguir con el anterior ejemplo, si no les explicamos a
nuestros hijos que estamos tristes, ellos no podrán identificar que les pasa
cuando están tristes y si se lo ocultamos se sentirán culpables de sentirse tristes si en su alrededor siempre prima la alegría y no ha visto la tristeza.
Con
esto vuelvo al "engaño" de la maternidad, si no nos cuentan
la realidad, de cómo te sientes, lo que ocurre, etc. y siguen diciendo que los
bebes "únicamente comen y duermen hasta que tienen casi
dos años" y que todo es felicidad y amor, seguiremos llorando por las esquinas
nada más ser madres y seguiremos sintiéndonos culpables por hacerlo.
Es
muy difícil criar a un hijo, prisas, estrés, el reloj, un mundo definido casi exclusivamente para
adultos, etc. Ser madre es muy difícil, pero sobre esa idea de dificultad sólo nos ha llegado de forma directa o indirecta de las generaciones de madres
antes de nosotras respecto al sacrificio, disgustos y desvelos, nada más y nada explícito.
Es
maravilloso y gratificante ser madre, sí, y si no fuéramos madres no podríamos
conocer muchas de las alegrías y felicidad que la maternidad lleva consigo. Pero es un error creer que la maternidad es una sola cosa, maravilloso u odioso.
Nada es únicamente blanco o negro.
Cómo todas las cosas gratificantes, la maternidad demanda muchísimo tiempo, paciencia, esfuerzo, renuncias y cambios.
Personalmente
hasta que yo como madre no supe unir todos los nuevos acontecimientos en vez de buscar divisiones y compartimentos estancos en mi vida y mente, hasta que no realicé múltiples cambios en mí y
en mi vida, las cosas no fluían en mi maternidad. También comencé a ser feliz con la maternidad cuando
dejé de unirme a la corriente, cuando comencé a contrastar opiniones y olvidarme de las dañinas a mis valores humanos, a seguir mi intuición y enfocarme
plenamente en lo valioso e importante de la vida. A seguir mi instinto, mirando y atendiendo a las necesidades de mi hijo, según me dictaba el corazón y no reproduciendo lo que escuchaba por ahí respecto a lo que se debería hacer.
El otro día conocí a una mamá
de un niño que ya ha pasado de los tres años, y ella me recordó a mis primeros meses
como madre. Lo sentí mucho, pues tres años luchando entre lo que se siente de verdad y lo que se espera que sintamos, es mucho tiempo. Se se pasa mal y en el
torbellino interno que se vive en esa encrucijada.
Esa mamá, tú y yo fuimos
criadas en unas ideas contradictorias y me atrevería a decir no humanas o anti-humanas, irreales e inventadas.
Ahora
somos madres, hemos traído una hermosa vida al mundo, una vida que nació para
ser feliz y amar, respetémosla. No es fácil llevando encima la herencia tan
"negra" (Allice Miller) y "deshumanizada" (Laura Gutman)
respecto a la maternidad, la crianza y educación de los hijos, pero debemos
intentarlo y si fallamos una vez: aprenderemos para la próxima.
Recordad,
no somos perfectas somos humanas.Y nuestra progenie no nos quiere perfectas, lo que les vale es lo humano.
Estoy
segura que de ese modo también nos evitaríamos muchas de las rabietas, pataletas,
tantrums o como queramos llamarlo cuando nuestros hijos son pequeños, muchos otros problemas
en la adolescencia y múltiples sufrimientos cuando son adultos.
Muy
a menudo recibía solicitudes de orientación de madres que habían descubierto
errores en su papel de madres y esto lo reconocían viendo a sus hijos
adolescentes cada uno con un problema concreto.
Se necesita mucha valentía para enfrentarse en la maternidad y a la propia sombra (como denomina Laura Gutman), y para al reconocer errores o fallos. Luego pasa a la intención de cambiar los
patrones arraigados y de ahí a la acción del trabajo interno.
Sincerarse
abiertamente con sus hijos, sobre lo que sienten, lo que han sentido y sus
actuales esfuerzos por modificar y cambiar, en mi opinión es lo más importante. La comunicación sincera sobre
su humanidad, sentimientos, emociones, etc. es la herramienta más adecuada para
aliviar todos los daños que sufrieran o estén sufriendo sus hijos.
"Estas
madres, se sienten culpables por no haberle dedicado el tiempo suficiente a sus
hijos, por haberles gritado, castigado, incluso, por haberles dado algún azote
para educarles (como a su vez, hacían sus padres con ellas). Aunque han
realizado un esfuerzo por cambiar y no seguir repitiendo los mismos patrones
autoritarios que ellas mismas vivieron y sufrieron de niñas, no saben cómo
“romper el muro de silencio” que se ha erigido entre sus hijos y ellas."
Alice
Miller, una gran profesional que nos dejó un legado de sabiduría y guías a
traves de sus libros, ilustra de una forma directa y sin rodeos la mejor forma
de hablar con los hijos para "romper el muro del silencio". Lo que a
la vez ayuda a quebrar la "pedagogía negra" heredada y ayudar a los hijos en su identidad.
En el cápitulo "Decir la
verdad a los niños" del libro "Salvar tu vida" del año 2009, nos
dice así:
“Para
no convertirse en víctima de depresiones, de trastornos alimentarios ni tampoco
de la adicción a las drogas, el niño necesita tener acceso a su historia. (…)
Para superar la sensación de aislamiento (hallarse solo con su secreto), los
padres deben encontrar el valor suficiente para reconocer su error ante el
niño. Esto transformaría completamente la situación.
La
información aportada por los padres no supone ningún descubrimiento para los
niños, pues hace tiempo que su cuerpo conocía estos hechos. No obstante, el
valor de los padres y su decisión de afrontar el tema tendrá indudablemente un
efecto benéfico y liberador que durará mucho tiempo. Así mismo, al niño se le proporcionará
unos modelos, no con palabras, sino con el comportamiento: valor cívico y
respeto por la verdad y por la dignidad del niño en lugar de violencia e
incapacidad de controlar las emociones. Como todos los niños aprenden del
comportamiento de los padres y no de sus palabras, una confesión de estas
características sólo puede tener consecuencias positivas. Antes el niño estaba
solo con un secreto que ahora ha sido articulado y forma parte ya de una
relación basada en el respeto mutuo y no en el ejercicio del poder. Las heridas
silenciadas hasta entonces podrán curarse, porque ya no están almacenadas en el
inconsciente. Cuando estos niños –poseedores de mayor información- se
conviertan en padres, ya no correrán el riesgo de repetir forzosamente el
comportamiento, a veces tan brutal y perverso, de sus padres, pues las heridas
reprimidas no los empujarán a ello. El arrepentimiento de los padres ha
cancelado sus trágicas historias despojándolas de su peligrosa actividad. (…)
Un
niño al que se le dice la verdad y se le educa a no tolerar la mentira y la
brutalidad, se desarrollará libremente, como una planta cuyas raíces no serán
devoradas por los gusanos (por las mentiras).
(…)
Cuando el niño se da cuenta de que sus padres se interesan por cómo ha
percibido sus agresiones, experimenta una gran sensación de alivio y de
justicia. No se trata sólo de perdonar, sino de eliminar aquello secretos que
separan a unos y a otros. Se trata de construir una nueva relación basada en la
confianza mutua y en suprimir la sensación de aislamiento en la que hasta el
momento se encontraba el niño maltratado.
Una
vez que los padres hayan reconocido el daño causado se superarán muchos de los
obstáculos que antes parecían insalvables, lo que equivale a un proceso de
curación espontánea.
(…)
El mejor momento para plantear una conversación con los propios hijos sobre las
heridas provocadas sería probablemente entre los cuatro y los doce años, es
decir, antes de la pubertad.”
Deseamos
cambiar el mundo a mejor, así que comencemos de dejar de mirar hacia
fuera y parar de exigir sólo al otro.
Lo primero que debemos hacer es mirar en
qué nos hemos convertido, tanto nosotras como madres como el sistema social en
el que parimos a nuestros hijos, para así poder subsanarlo devolviendo las
"alas" a nuestros hijos y criarlos como realmente
necesitan para que "vuelen" más felices, respetándose y
respetando.
Laura
Gutman, otra gran profesional en crianza y maternidad en “Nosotros, los depredadores de la cría
humana”, nos dice lo siguiente:
"Las
lobas, las perras, las gatas, las vacas, las focas, las elefantas, las leonas,
las gorilas, las ovejas, las ballenas, las yeguas, las monas, las jirafas, las
zorras y las humanas tenemos algo en común: el instinto de proteger nuestra
cría.
Sin embargo somos especialmente sensibles si algo se interpone entre nosotras y
nuestros cachorros después del parto: por ejemplo, si alguien toca a uno de
ellos impregnándolos de un olor ajeno, perdemos el olfato que los hace
absolutamente reconocibles como propios. Si permanecen alejados del cuerpo
materno, vamos perdiendo la urgente necesidad de cobijarlos.
Cada especie de mamíferos tiene un tiempo diferente de evolución hacia la
autonomía. En reglas generales, podemos hablar de autonomía cuando la criatura
está en condiciones de procurarse alimento por sus propios medios y cuando
puede sobrevivir prodigándose cuidados a sí mismo sin depender de la madre. En
muchos casos va a necesitar de la manada como ámbito de vida, y es la manada
que va a funcionar también como protectora contra los depredadores de otras
especies o de la propia.
Entre los humanos del mundo “civilizado”, pasa algo raro: Las hembras humanas
no desarrollamos nuestro instinto materno de cuidado y protección, porque una
vez producido el parto, tenemos prohibido oler a nuestros hijos, que son
rápidamente bañados, cepillados y perfumados antes de que nos los devuelvan a
nuestros brazos. Perdemos un sutil eslabón del apego con nuestros cachorros.
Luego raramente estaremos bien acompañadas para que afloren nuestros instintos
más arcaicos, difícilmente lograremos amamantarlos, -cosa que todas las demás
mamíferos logran siempre y cuando no hayan parido en cautiverio-, muy pocas
veces permaneceremos desnudas para reconocernos, y seguiremos reglas fijas ya sean
filosóficas, culturales, religiosas o morales que terminarán por enterrar todo
vestigio de humanidad. Si es que a esta altura podemos llamarla como tal.
El niño sobrevivirá. Cumplirá un año, dos, o tres. Seguiremos nuestras reglas
en lugar de seguir nuestros instintos. Estimularemos a los niños para que se
conviertan velozmente en personas autónomas. Los abandonaremos muchas horas por
día. Los castigaremos. Nos enfadaremos. Visitaremos especialistas para
quejarnos sobre cómo nos han defraudado estos niños que no son tan buenos como
esperábamos.
A esa altura sentimos que estos niños no nos pertenecen. Esperamos que se
arreglen solos, que duerman solos, que coman solos, que jueguen solos, que
controlen sus esfínteres, que crezcan solos y que no molesten. Hemos dejado de
“oler” eso que les sucede. No hemos aprendido el idioma de los bebés, no
sabemos interpretar ni traducir lo que les pasa. Cuando estamos ausentes, o
incluso cuando estamos cerca -con tal de estar tranquilos- los dejamos
completamente expuestos. Entonces puede aparecer el más feroz de los lobos
feroces. Ya que en realidad somos nosotros, sus más temibles depredadores."
nota importante: esta entrada referida a mujeres, es una forma de delimitar el tema tratado por la presión que recibe la mujer respecto a la maternidad (todo el imaginario que rodea la maternidad va dirigido en absoluta mayoría a la mujer). En algún momento realizaré una entrada respecto al papel del hombre y su paternidad, en referencia al imaginario social. Aunque me extiendo más en el rol de la madre, como que es la mayor influencia que tienen, tanto niños y como niñas, en todos los aspectos.
DEL BAÚL SALE:
Un vídeo en el que pensar y que da de pensar su realización y contenido ( ¡a mí me da escalofrios! ), ¿tú qué piensas?:
pincha en el siguiente link para verlo
"LAS CARAS DE LA MATERNIDAD", Documentos TV.
Y el libro de Alice Miller, "SALVAR TU VIDA":
(pincha en la foto y podrás leerlo en formato pdf.)